Los Sitios de La Cocina de Pasqualino Marchese

Principal Arriba Coronavirus Edith Gómez Índice Cocción alim Contenido

Museo Ciocchini

Una historia La Belle Époque La Ciudad de ayer Edificios de ayer Costa Atlántica El Puerto Las estaciones Torre Tanque Monumentos Sierra Laguna Folclore y Cumbre Peces argentinos Recetas pescados La Paella Artistas Hacedores Leone Tommasi Cabo Corrientes Faro Punta Mogotes Museo Ciocchini Pintores y Pinturas Club Náutico Asilo Unzué Velas 2010 Velas 2014 Velas 2022 El Socialismo Las Margaritas Grandes panoramicas El Bolillo El Croche

 

 

Museo del Hombre del Puerto “Cleto Ciocchini”

 

 

 

La idea de crear un museo del hombre que dedica sus esfuerzos a la vida del mar en el Puerto de Mar del Plata, fue concebida por los integrantes de la Asociación de Fomento del Puerto, siendo los principales impulsores don Aldo Marcone Benvenuto, Ángel Dell'Arciprete, Xavier Marcone, Héctor Becerini, Rafael Vitiello.

Con este objetivo se convocaron viejas familia del barrio, las cuales empezaron a aportar material fotográfico y piezas antiguas que hacían a la historia primigenia del lugar.

La inauguración del museo se concretó el 22 de noviembre de 1990 en el edificio de la calle Padre Dutto 383.

El museo toma el nombre de Cleto Ciocchini, en honor del eximio pintor establecido en el Puerto por más de cuarenta años, fallecido en 1974. Fue quien plasmó en su telas paisajes, actividades y pescadores con fuerza e intensos colores.

En el 2001 el museo fue trasladado, con los auspicios de los concesionarios, al Centro Comercial del Puerto, visita obligada de todos de los turistas que llegan a Mar del Plata, para saborear las delicias del mar, y teniendo la ocasión de visitarlo.

 

 

 

Historia del Puerto de Mar del Plata y de sus hombres. 

Uno de los objetivos del Museo del Hombre del Puerto 'Cleto Ciocchini'  es el de investigar, recopilar y difundir las actividades de los pobladores del barrio del puerto, antes llamado por muchos años “Pueblo de Pescadores”, desde lo humanístico, lo histórico, lo etnológico, lo sociológico, lo económico y lo religioso. Para ello, desde su creación en 1990, viene recopilando datos dispersos en diferentes publicaciones. En lo bibliográfico no existen libros que traten exclusivamente de este heterogéneo grupo poblacional, establecido en ese ámbito geográfico desde los comienzos de las obras del puerto de mar en 1911. Por lo tanto se ha abocado a investigar los hechos en diferentes áreas para obtener una historia lo más amplia y fidedigna posible. El presente trabajo, fruto de esos estudios, solo pretende ser un brevísimo resumen de los datos, hasta hoy dispersos, y ordenarlos como punto de partida para una futura obra que pueda ilustrar más acabadamente sobre el tema.

En este primer trabajo se han tomado un lapso que abarca medio siglo (1899 – 1949) desde la llegada de los inmigrantes a Mar del Plata, hasta la consolidación del barrio y la industria pesquera.-

 

Con respecto a la terminología empleada, en los casos de decodificaciones de cintas grabadas por los antiguos pobladores, se ha conservado su redacción original por parecernos que ayuda a comprender mejor su ubicación en el plano social y su dificultad de inserción al nuevo medio en que debieron desarrollar su vida.

Cuando se menciona “La Empresa” o la  “La Compañía”, se refieren a la sociedad que primero fue “Allard, Dolfus, Silard & Wirot” (nombre de sus ingenieros jefes, franceses) que a partir de 1914 cambió su razón social por “Société de Travaux Publics de Paris”. Igualmente, cuando se menciona la “Casa de la Empresa o de la Compañía”, se refieren al edificio, aún existente, en la esquina de 12 de Octubre y Martínez de Hoz que fue la sede la empresa y la vivienda de sus jefes desde su construcción en 1911 hasta el cese de actividades en 1943.

Los términos que se refieren a los diferentes avíos de pesca, embarcaciones o modelos de redes, se aclaran en el mismo texto.

 

Museo del Hombre del Puerto

 

 

Se ha dividido el tema en tres partes que definen a su vez tres etapas en el desarrollo del lugar:

Primera parte: “Hontanares” (1899-1913), desde la posesión de esta zona por Peralta Ramos, hasta la colocación de la piedra fundamental de las obras del puerto, el 24 de febrero de 1913.

Segunda parte: “Los primeros asentamientos en el puerto”(1913-1927), desde la llegada de los trabajadores en las obras del puerto, los pescadores a partir de  inaugurarse la banquina en l917, y las primeras tentativas de constituir un núcleo urbano.

Tercera parte: “El desarrollo de los pescadores”, (1928-1949) desde que se comienzan a ordenar, con ayuda de varias entidades, los pobladores del puerto y se consolidan las instituciones y la industria pesquera. 

 

 

Pueblo Pescadores (1900 – 1950)

En la intersección de la Avenida Cincuentenario, hoy Juan B. Justo, y la actual Avenida Edison, que desciende hacia el puerto, había hasta no hace muchos años un cartel indicador “Pueblo de Pescadores”,  en realidad ese nombre nunca fue una denominación oficial, ni siquiera vecinal,  ya que el pueblo era Peralta Ramos, hasta su unión con Mar del Plata en 1949, y la Asociación de Fomento que funcionó a partir de 1937 se denominó “del Puerto”. Pero el lugar era conocido, tanto por marplatenses como por turistas con esa denominación, por haberse radicado allí la numerosas colonia de trabajadores de la pesca, que motiva nuestro trabajo (*)

(*)En una carta escrita por Jorge Di Iorio, autor del libro “Desde la barca mía”, con fecha 1º de agosto de 1944, que se conserva en los archivos del Museo del Hombre del Puerto, dirigida al pintor Cleto Coicchini, leemos: “Aquí en el Puerto, que desde hace unos días se llama Barrio Belgrano”. En efecto, tras la colocación del busto del prócer en la intersección de Av. Edison y 12 de Octubre, se resolvió denominar así al Pueblo de Pescadores. Pero ese nombre no cuajó y poco después, se retiró el busto y el nombre quedó en el olvido.-

 

Primera Parte: “Hontanares” (1899 – 1913)

Un Nuevo Pueblo

En 1891, Jacinto Peralta Ramos decide formar otro pueblo como ensanche de Mar del Plata, en tierras de su propiedad. Lo llamó “Cabo Corrientes” y luego “Pueblo Peralta Ramos”

Dicho pueblo abarcaba desde la Av. Juan B. Justo, treinta cuadras hacia el Sud y desde el mar hasta cerca de la actual Ruta 88.

En un folleto de la época, se podía leer “se ofrecen magníficos terrenos cuya fertilidad es incomparable y se encuentran situados en la parte más al Sud de Mar del Plata, sobre el Océano Atlántico, con sus extendidas playas de baño, donde pronto se dará principio a las obras del Gran Puerto de Aguas Hondas”.

Allí se muestra un puerto que no era el que finalmente se construyó, si bien estaba casi en el mismo lugar, con dos escolleras simétricas a ambos lados del Arroyo del Barco.

En ese lugar, cuyo acceso era entonces bastante precario, se construyó también el Faro Punta Mogotes, realizado por una empresa francesa e inaugurado el 5 de agosto de 1891. El trayecto al mismo, se cubría por una ruta de tierra y en él solo existía un despacho de bebidas donde paraba la gente que iba al faro. En una guía de turismo de 1897, se proponen excursiones al faro en coche, el pasaje costaba $ 10 de entonces.

Algunos de los terrenos de Peralta Ramos fueron vendidos y sus nuevos propietarios se dedicaron a la explotación agraria, pero no se hicieron sino algunas construcciones poco importantes.

Recién en el año 1909, merced a la gestión del diputado Nacional Pedro Olegario Luro, se dispuso la construcción del puerto actual, por ley  Nacional 6499, fechada el 11 de octubre de ese año.

La obra fue adjudicada a la 'Société Nationale de Travaux Publics de Paris', que había dado término a los trabajos de construcción del puerto de Montevideo y así la misma trasladó sus instalaciones a Mar del Plata con las cuales llegaron también gran número de operarios de diversas nacionalidades. Los ingenieros eran franceses, y entre los trabajadores se encontraban numerosos uruguayos, italianos del Norte (mayormente carpinteros y obreros especializados), españoles, y árabes. Estos últimos, se habían unido a la empresa cuando ésta, antes del puerto de Montevideo, había construido el de Argel y el de Túnez. Al respecto es interesante el dato que se puede extraer de la comparación de los habitantes extranjeros en General Pueyrredón, que aumentan en gran proporción en el año 1914, en parte producto de las obras del puerto.

 

 

Datos según censo 1895

Datos según censo 1914/15

 

Orígenes

Varones

Mujeres

Varones

Mujeres

Argentinos

2.571

2.384

8.632

8.813

Uruguayos

44

14

168

129

Españoles

741

470

4890

2.764

Franceses

239

168

331

235

Italianos

883

405

3.904

2.025

 

 

En los datos del censo se evidencia un aumento de los inmigrantes uruguayos, se trataba de empleados y obreros de la empresa que luego se afincaron en Mar del Plata. Al respecto son interesantes los testimonios de los descendientes de las familias Bustabad y Cerri. Marta Bustabad nos dice: “ Mi mamá (Josefa) vino con mi papá (Tomás) en el año 1912, pero fueron a Montevideo con la Compañía Francesa. Estuvieron un año porque mi hermano el uruguayo (Manuel) nació en 1913 y después vinieron para acá (Mar del Plata).... También vinieron los Cerri, él era enfermero y trabajaba de apuntador y tenían dos hijas, Eda y María Rosa y el varón Tito, no sé si las chicas eran uruguayas o no.”

Por su parte, Eda Cerri recuerda que: “Una vez que terminaron el puerto de Montevideo, vinieron los franceses en 1912 y mi padre en 1913, primero vino solo a los 23 años –era empleado desde los 16 en la Empresa- la madre estaba estudiando farmacia”. También cita en su entrevista a: “Juan Mondotey era el que cuidaba a los caballos y los coches de la empresa, le decían Don Juan el caballerizo, había venido con la empresa pero con el segundo grupo que vino, no en 1911.”

El asentamiento de todos ellos y de los nuevos trabajadores que se les unieron en la Argentina, constituyó el primer núcleo de pobladores en esa zona de Mar del Plata que se aglutinaría en las cercanías de la casa Matriz, ésta se ubicó en la actual esquina de 12 de Octubre y Martínez de Hoz, por ser un punto que coincidía con la delimitación oficial de una de las chacras en que se había dividido el nuevo pueblo de Peralta Ramos. A partir de ese sitio, comenzaría a extenderse la calle principal y las laterales, quedando el lugar dividido por el Arroyo del Barco que se cruzaba por un pequeño puente.

La empresa tendió vías férreas, construyó casillas y galpones y también viviendas y barracas para albergar al personal. Todo esto estaba ya en marcha cuando se produjo la inauguración oficial de las obras, con la colocación de una piedra fundamental, el 24 de febrero de 1913. Un mes más tarde, el 29 de marzo de 1913, los empleados se reunirían para fundar el Club Aldosivi, sigla  de los ingenieros franceses, Allard, Dolfus Silars y Wirot, que daban su nombre a la empresa y que más tarde iría creciendo, incorporando a muchos pobladores de la zona.

 

La llegada de los pescadores

La afluencia de inmigrantes que se produjo entre los años 1880 y 1930, trajo al país a más de seis millones de personas, la mayoría de ellos desde España e Italia. Entre estos últimos, hubo quienes se dedicaron a tareas rurales, algunos en el interior de la provincia de Buenos Aires o en otros puntos del país, pero la mayoría se asentó en la capital, entre ellos, los que provenían de las costas de Italia (especialmente genoveses) se radicaron en el barrio de la Boca, donde se hicieron tripulantes de los barcos y barcazas que transportaban frutas y otras mercaderías desde el Norte por los ríos Paraná y Uruguay y también de los que iban a Montevideo, o al sur, hasta Mar del Plata o más allá.

Más tarde llegaron también italianos del Sur. Estos eran marineros y algunos pescadores en sus pueblos natales, así que también, partiendo desde el Riachuelo, se dedicaron a la pesca en el río.

Hacia 1890, ya se empezaba a hablar de Mar del Plata como naciente lugar de veraneo de las familias más encumbradas de Buenos Aires. Los pailebotes de Luro traían noticias del floreciente balneario sobre las costas del Atlántico y precisamente Luro contrató a Francisco Pelusso para trabajar en su barraca. La barraca era un conjunto de dos grandes galpones de ladrillo con entrepiso de madera que ocupaba toda la manzana rodeada hoy por las calles Luro, Alberdi, Corrientes y Entre Ríos, hasta ella llegaba el muelle de Luro por el que las zorras, tiradas por caballos, transportaban las mercaderías hasta y desde los lanchones amarrados a su vera.

Pero Pelusso también era pescador en su aldea natal y pronto intentó reeditar su oficio en la nueva ciudad. Mandó venir a un paisano y pariente suyo, José Narduzzi  y ambos comenzaron a dedicarse a la pesca que, durante el verano vendían a los veraneantes y hoteleros de la zona. En enero de 1888 se inaugura el Bristol Hotel y aumenta el consumo de pescado, pronto serían varios los pescadores, entre ellos se recuerdan los nombres de José, Francisco y Domingo Sinagra, Juan La Cava, Sebastián Caporaletti, Juan Bronzini, Nicolás Nino, Juan Polverino, Antonio Tesorieri, Juan Palissi con la barca “Rosita”, César Mancini, Juan Giacaglia, Genaro Ventura, José Valente, Pantaleón Piazzola, abuelo del famoso músico argentino, que había llegado navegando a Mar del Plata en una barca a vela en 1887, en compañía de Nicola Giagualano, para incorporarse a la pesca y algún tiempo después trajeron a sus esposas Luisa Oliveri y Rosa Antoforesti respectivamente. Genaro Tito, Nicolás Di Lernia, Pascual Cavallieri, Spiro Monterisi, Enrique Di Palma, Pedro Pierini y otros.

Con respecto a los medios que utilizaban para su trabajo, había varios sistemas. Pelusso lo hacía desde la Bristol, entrando al mar con una red que era arrastrada por caballos; otros lo hacían con botes de remos y Narduzzi tenía una pequeña barca pintada de verde a la que había denominado “Lúcaro”, esta embarcación le había sido entregada por José Luro para que la explotara, junto con La Cava, para que trajeran pescado fresco para el Hotel Bristol. Por supuesto, todas las embarcaciones eran de remo o aparejaban velas latinas. Una de las más grandes, de 27 pies de eslora, la “Segunda Sirena”, era la primera construida en Mar del Plata, en las inmediaciones del aserradero de Sesia al lado de la barraca Luro, por dos carpinteros de ribera cuando Juan Polverino se instaló cerca del dique .

Por la noche debían ser sacadas a tierra y lo hacían en dos lugares: los “barraqueros” que guardaban sus barcas en la barraca, subían sus barcos mediante un guinche, el pescante del muelle Luro de los que había dos, el de tierra y el de afuera. La operación se hacía en etapas, ya que había que subir primero las velas, las redes y la carga y luego la barca. El otro grupo era el de los “palanqueros” que sacaban a tierra sus barcas en la playa cercana al Torreón, mediante unas guías de madera ayudándose con caballos de tiro y palancas, de allí su apodo.

Unos y otros vivían sobre la misma playa –zona actual de “Las Toscas”- en simples casillas de madera en las que también guardaban sus elementos de pesca y cocinaban el pescado para ellos y para todo el que quisiera probarlo. Del segundo censo nacional de 1895, se pueden extraer algunos datos, aun cuando muchos pescadores no declararon su actividad u omitieron otras referencias. La edad promedio aproximada era de 35 años, siendo el porcentaje similar entre casados (57,38%) y solteros (40,98%). Un reducido número (27,87%) poseía propiedad inmueble, el resto habitaba un tipo de vivienda precaria y continuamente mudaban de lugar, para no importunar al veraneante.

En un principio, los turistas encontraban pintoresco el asentamiento de los pescadores sobre la playa, pero con el aumento, tanto del turismo como de los pescadores, llegó el conflicto.

La Municipalidad tomó cartas en el asunto. Alegando que las precarias viviendas de los pescadores, cercanas a la playa, sobre lo que habían sido las instalaciones de la Barraca Luro y las márgenes de la desembocadura del arroyo Las Chacras, producían olores y daban un mal aspecto a esa zona, tan próxima a los asentamientos turísticos, decidió erradicar de allí a los pescadores que se reagruparon en la zona Sur de la Bristol, hacia el Torreón. Pero como allí también, además de guardar sus enseres, cocinaban el pescado y algunos hacían sus viviendas precarias en casillas, volvieron las autoridades a tratar de erradicarlos, prohibiendo que las lanchas quedaran en tierra, más allá de línea de mareas máximas.

Por supuesto, los pescadores alegaron que si no las subían, las mareas podrían arrastrarlas al mar, especialmente durante los temporales, esto produjo un juicio que se prolongó por algún tiempo. El Dr. Moutier, que representaba a la Municipalidad decía en su alegato: “No es entonces de indignar, pues es lógico que suceda, que la salud que el cuerpo y el espíritu buscan, exijan el distanciamiento de industrias que infectan la playa con sus desperdicios y que la distinción y cultura de la sociedad que allí se da cita, se encuentren molestadas por la proximidad de gente sucia, de lenguaje soez y que exhibe repugnante desnudez.”

En realidad nunca hubo una denuncia formal por parte de los turistas, pero los epítetos del Dr. Moutier hirieron profundamente a los pescadores que desde entonces se sintieron discriminados.

La Municipalidad pretextó que las lanchas en tierra eran vehículos y por lo tanto no podían estacionarse sobre la playa. Finalmente emitió un decreto en 1901, eufemísticamente llamado ”conciliatorio” por el cual ofrecía a los pescadores terrenos que podrían comprar para edificar sus viviendas a precio de costo. Los terrenos en cuestión, estaban ubicados en la zona próxima a la actual estación terminal de ómnibus, esas tierras habían sido adquiridas por la comuna a muy bajo precio, ya que entonces (y aun hoy en día) eran tierras muy bajas y se inundaban frecuentemente con las lluvias. Muchos pescadores se trasladaron allí y tardíamente descubrieron el problema, cuando ya habían instalado sus casillas. Sobre el tema, existe una interesante publicación del Dr. Fernando Lahille defensor de los pescadores, en la cual se comenta que: ”...ha sido una relegación de los pescadores en un terreno de los más bajos que de otra manera no se habría vendido quizás sino dentro de muchos años. Lejos de ser un favor de la municipalidad para con los pescadores; la venta de la tierra que se les ofreció ha sido una celada para alejarlos de la playa, realizando al mismo tiempo una valorización de las tierras inmediatas a la manzana vendida a buen precio.”

Dado este problema, algunos pescadores fueron desplazando sus viviendas hacia la loma por las calles Olavarría y hasta Alvarado donde hasta hace algún tiempo aun quedaban algunas de sus precarias construcciones. Otros decidieron cambiar de oficio, varios se convirtieron en bañeros como Fernando Catuogno (el Negro Pescador), César, Duilio, Luis, Enrique, Vicente y Aquiles Giaccaglia, Spiro Monterisi, Fernando Capella, Nicolás Botta, Piero Pierini, Capurro y varios más. Algunos cambiaron sus actividades por otras menos duras, Savino Di Lernia se dedicó al arreglo de carruajes, los descendientes de La Cava se iniciaron en la construcción y otros se integrarían a la hotelería y al comercio.

Así llegamos al año 1913, con los pescadores viviendo en la ladera Norte de la loma (entonces denominada loma Sud y luego Stella Maris) que por estar tan alejada de su trabajo ellos habían denominado “Tierra del Fuego” y siempre partiendo de la Bristol y vendiendo a los hoteles o en la playa el producto de su pesca, o bien en forma ambulante por las calles de la ciudad. También se hicieron intentos de mandar el pescado a Buenos Aires, especialmente fuera de temporada, aprovechando el ferrocarril que desde 1886 llegaba a la ciudad, para ello se cargaba en unos vagones especiales que el tranvía a caballo llevaba por Luro hasta la estación del tren, pero los envíos no tuvieron mucho éxito, ya que al no existir aun vagones frigoríficos, el pescado era conservado con hielo y no siempre llegaba en buenas condiciones.

 

Cleto Ciochini - Banquina de Pescadores  Óleo 40 x 50  1962

 

Segunda parte

Los primeros asentamientos en el puerto (1913-1927)

El 24 de febrero de 1913, con asistencia del Ministro de Obras Públicas de la Nación, Ezequiel Ramos Mejía, el Dr. Pedro Olegario Luro, Diputado de la Nación y principal propulsor de las obras, el Dr. J. M. Ahumada y un numeroso grupo de representantes de diferentes entidades, militares y clero, se colocó la piedra fundamental de las obras del puerto, que aun se puede ver en el arranque de la escollera Sur.

 

Para tener una idea de la magnitud de la obra emprendida, hay que tener en cuenta que en ese lugar, en las inmediaciones de la desembocadura del Arroyo del Barco, no existía absolutamente nada. La empresa tuvo que construir varios edificios para la dirección y servicios técnicos y administrativos, enfermería, proveeduría y también viviendas para parte del personal. Algunos de estos edificios han perdurado hasta hoy, como la casa que se levanta en 12 de Octubre y Martínez de Hoz y el galpón que ocupa actualmente el depósito de la Delegación Municipal en el Puerto, en el que puede verse todavía, sujeto a las sólidas cabriadas del techo, un puente grúa capaz de levantar 10 toneladas. También sobre la calle Figueroa Alcorta y sobre 12 de Octubre quedan en pie varias construcciones, aunque algunas bastante modificadas.

En su avance, las obras llegaron a ocupar a más 1200 operarios, muchos de los cuales se radicaron en las inmediaciones. Los trabajos progresaron rápidamente y para 1917 pudo completarse gran parte de escollera Sud y habilitarse la banquina de pescadores, Esto hizo que poco a poco, algunos fueran trasladando sus embarcaciones, ya habían algunas a motor aunque la mayoría aun utilizaba las velas y algunas a remo.

Uno de los que entonces se dedicaba a la pesca, era José Moscuzza, nacido en Siracusa (Sicilia) en 1897 y llegado a Mar del Plata en 1920. El relató que desde su casa, ubicada en la Av. Independencia, debía tomar el tranvía a caballos, que lo llevaba hasta el cementerio y desde allí atravesar el campo de golf y llegar a pie hasta la banquina donde tenía su lancha. Esta incomodidad hacía que muchos prefirieran seguir teniendo sus lanchas en la Bristol.

Precisamente, el año de la llegada de José Moscuzza se produjo un gran temporal, fue el 12 de Julio de 1920. Desde la mañana comenzó una intensa lluvia que duró 18 horas. A mediodía comenzó a soplar un fuerte viento del Sudeste que siguió hasta la tarde. La Nación de el día siguiente agregaba que “las noticias que nos transmite nuestro corresponsal en Mar del Plata traen la triste y desesperante impresión de las consecuencias funestas que ha tenido para los pescadores de aquella zona el temporal desencadenado desde anteayer sobre el país y que en aquel balneario adquirió magnitudes de tragedia”.

En la zona del faro había aparecido la tapa de un cajón y maderas sueltas que fueron atribuidas a una embarcación de José Robillard.

Seguimos citando a La nación del 13 de julio: “Los tripulantes de una de las lanchas que se hicieron a la mar en horas de la mañana de ayer y debido a la inclemencia del tiempo se vieron obligados a regresar poco después del mediodía, manifiestan que vieron a la distancia el naufragio de la “Jorge Newbery”, tripulada por cuatro japoneses.” Aquel temporal costó el naufragio de tres embarcaciones y la pérdida de catorce vidas.

 

Formación del primer núcleo urbano 

Hasta los años veinte, el desarrollo del pueblo fue muy lento. A partir de la casa matriz de la empresa, a lo largo de 12 de octubre y en los terrenos linderos, se fueron asentando lentamente las primitivas casillas de los pescadores. La zona, atravesada por el arroyo del barco, con lomas y callejuelas de barro, carente de infraestructura, fue creciendo desordenadamente. El temporal del 1920 había hecho desistir a algunos de seguir con sus lanchas en muelle de Luro y en las Toscas. Con respecto a los pobladores, se fue conformando una red social en la que predominaban los italianos del sur, dedicados a la pesca, con los picapedreros de la cantera, operarios de la empresa constructora del puerto y algunos comerciantes que abastecían las necesidades mínimas de los primeros pobladores. En torno a la casa de la empresa, se aglutinaron los más destacados, los ingenieros franceses y los altos empleados, el personal del Ministerio de Obras Públicas que se emplazó sobre 12 de Octubre, muy cerca de la casa matriz en un curioso edificio de madera de dos plantas probablemente prefabricado y que recordaba las construcciones del “Far West” y algunos primitivos comercios. Con respecto a la división social es muy ilustrativo el relato de  de las hermanas Cerri: “Cuando la empresa llegó, el mar llegaba hasta 12 de Octubre y Martínez de Hoz, para ir hasta la escollera Norte era todo arena, no había calles. Donde terminaba la plaza había un portón y enfrente estaba la confitería. Eran casas traídas en los barcos, prefabricadas como la de Victoria Ocampo, las trajo la empresa para armar. María Rosa y Eda (Cerri) fueron criadas al estilo europeo. Había un portón y un guarda  donde estaban todas las casitas, ellas vivían frente a la plaza. Los de la empresa estaban separados de los obreros. En esa cuadra había una tiendita a donde ellas querían cruzar e ir, pero el guardia no se los permitía.”

Por su parte, Berta Brune, nacida en 1916, de padre francés, bretón y madre Argelina, recuerda lo siguiente: “Mi familia y yo veíamos a menudo a la esposa del director de la empresa, él era el ingeniero que dirigía las obras, siempre estaba de viaje y en el puerto estaba muy poco. Su esposa Madame Rose, iba a almorzar a casa pero las otras francesas la criticaban por relacionarse con nosotras. En un tiempo dejó de venir pero luego volvió y tomaba mate con nosotras. Mi hermana y yo éramos muy chicas, me acuerdo que ella nos quería hablar en castellano, pero lo hacía tan mal que no le entendíamos nada, entonces hablábamos en francés. Íbamos a la casa de la empresa a comer, la señora tenía su servidumbre y se pasaba el día haciendo filetes, los bordaba para hacer cortinas para las ventanas, el lugar era lujoso. La señora solía llevarnos al cine del centro, entonces iba con el chofer a buscarnos, paraba el auto en Juan B. Justo y Juramento, porque las calles eran intransitables.”

Siguiendo por 12 de Octubre hacia el Norte, más allá de Figueroa Alcorta, comenzaban los conventillos, según cuenta Cosme De Dato en una entrevista: “Allí vivían cerca de cuarenta personas, las casillas daban a un patio de tierra con un baño, en aquella época no había cólera ni nada, pero igual tiraban lavandina continuamente, ninguna casa tenía baño, era compartido. Ramón Julio alquilaba cuartos un poco más decentes pero también con un solo baño. La cocina era de chapas, la pieza no estaba revestida de madera, el piso era de tierra. En el otro conventillo costaban $10 por mes y en el de Ramón Julio

$ 30. En una época no tenían cocina, debían cocinar sobre un brasero, tampoco tenían luz. Hacían fuego poniendo unos leños con carbonilla y con eso calentaban la pieza, allí no había ninguna casa de material. Ramón Julio murió aplastado por una pared del conventillo cuando quiso demolerla, comenzando desde abajo. Su hermana tenía un almacén muy precario con piso de tierra.”

Otros pobladores utilizaban terrenos que la empresa les arrendaba para colocar en ellos sus precarias casillas que eran transportadas por carretones tirados por caballos hasta su emplazamiento.  Aparte de los italianos, predominantemente de diversos pueblos del sur, había españoles, franceses, árabes y algunas otras

nacionalidades. Cada grupo se identificaba y formaba un pequeño subgrupo aislado y a veces hasta antagónico con los demás. Esto creaba algunas rencillas y sobre todo, el carácter meridional de  los itálicos producía frecuentes reyertas, especialmente en los bares de la zona, donde algunos jugaban y bebían.

 

La actividad religiosa

La primara capilla había funcionado en un edificio, cedido por la empresa constructora del puerto que aun se conserva, modificado, en la calle 12 de Octubre entre Pescadores y Figueroa Alcorta, donde un sacerdote llegaba semanalmente desde el centro para dar misa.

En  1919, la empresa ofreció un terreno para la construcción de una capilla, pero dada la proximidad de ésta a las canteras que entonces se encontraban en plena actividad, no podría ser utilizado, por razones de seguridad,  hasta que se terminara la explotación de las mismas, cosa que no sucedería hasta cinco o seis años después.

El 1º de mayo de ese año, la Comisión de Damas Vicentinas de Mar del Plata que presidía la Sra. Elisa Alvear de Bosh, se reunió para recorrer la zona y elegir un lugar adecuado, desechando el ofrecido por la empresa. En mayo de 1920 el Sr. Braulio Arenas ofreció un terreno que no fue aceptado por ser demasiado pequeño (2000 varas cuadradas). Un tercer ofrecimiento realizado por la Sra. Francelina Coquet, que lo donaba en nombre de su marido Francisco Coquet, recientemente asesinado en esos parajes, tampoco fue aceptado sin que se dieran mayores explicaciones, por lo tanto todo quedó en suspenso.

En 1920, el Boletín Municipal incluye una propuesta del Dr. Clorindo Solla, médico afincado en Mar del Plata, para “nombrar una comisión de vecinos del puerto para velar por la higiene y proponer a la municipalidad las obras necesarias en la zona” pero no se concretó.(15)

 

 

 

 

 

Don Orione y el Padre Dutto 

El arribo de Don Orione en 1922, marcó un cambio en la sociedad portuaria. El padre Juan Luis Orione, enterado en su Italia natal de las necesidades que pasaban algunos compatriotas suyos en América, viaja en 1921 a Brasil, allí recibe una carta de uno de exalumnos, Mons. Maurilio Silvani  diciéndole: “Mons. Alberti, obispo de La Plata, le pagará el viaje y le conseguirá alojamiento; se habla de ofrecerle un orfanato en Mar del Plata (...) venga pronto, en noviembre que en la Argentina es el mes de María...”

En Noviembre, Don Orione llega a Buenos Aires, donde funda en Victoria, la primera casa de la Congregación en la Argentina y vuelve a Rio de Janeiro. Al año siguiente, el 1º de Febrero de 1922, retorna a Buenos Aires desde donde escribe en una carta: “Estoy por viajar a Mar del Plata, a 400 km. De Buenos Aires, donde me ofrecen una casa para los hijos de los marineros del puerto (...) Nosotros nos ocuparemos de los varones, las hermanas de la M. Michel, de las chicas...”

Cuando Don Orione llega a Mar del Plata, comprueba la precariedad del barrio donde habitaban los pescadores y con el apoyo de las Damas Vicentinas, resuelve mandar sacerdotes para atender a las necesidades pastorales, educativas y humanas de la colonia.

Así aparece en escena el Padre Dutto, que desde 1924 hasta 1937 desarrollaría una acción importantísima en el campo de la asistencia social y en el desarrollo de las instituciones benéficas del puerto.

Durante su estada en Mar del Plata, Don Orione imprime un nuevo impulso a los trabajos que ya se estaban diligenciando y así, el 24 de enero de 1924 se aceptan dos manzanas ofrecidas por Jacinto Peralta Ramos para levantar la iglesia y la escuela cuya piedra fundamental es colocada el 9 de febrero de ese mismo año.

Mientras tanto, el 19 de marzo, se inauguraba en la esquina de las calles Ortiz de Zárate y la actualmente llamada Padre Dutto, una escuela que constaba de cuatro aulas y un saloncito anexo donde funcionaba la capilla. Había además tres habitaciones para comedor, cocina y dormitorio. La escuela contaba con primer y segundo grado y a ella concurrían 57 alumnos. Al año siguiente, 1925, se agregó un tercer grado y los alumnos ascendieron a 105.

Hasta entonces, la única escuela del puerto era la Nº 12 que, fundada el 2 de agosto de 1899 en el cuartel segundo del partido de Gral. Pueyrredon, paraje conocido entonces por La Loma, fue trasladada en 1901 al establecimiento La caldera, estancia próxima a la estación Cobo. Posteriormente debido a la falta de inscripción, fue clausurada y finalmente en 1913 sería reabierta en el puerto, en un edificio fiscal de madera emplazado en un terreno cedido por la Societe de Travaux Publics y a la que concurrían en un principio, los hijos de los trabajadores de la construcción del puerto. La dirección estuvo a cargo del maestro Pedro Taboada a quien sucedería en 1914 la Sra. Josefa A Raffo que seguiría a cargo del establecimiento hasta 1928. Esta escuela proseguiría allí su actividad hasta la década del 40. Por otra parte, los hijos de los ingenieros de la empresa, eran educados por un maestro traído de Francia, M. Bisel, que les daba clases particulares.

Volviendo  a la acción del padre Dutto, digamos que la escuela, para 1926 había crecido y los chicos, en su mayoría hijos de pescadores, ya no cabían en las cuatro aulas originales por lo que comenzó a construir un nuevo edificio en Rondeau y Magallanes. En una carta de esa época comenta: “Tenemos 166 alumnos (...) damos almuerzo a 110/115 chicos todos los días...”

Con respecto a las actividades religiosas, estaban divididas entre los diferentes grupos de pobladores, cada uno de los cuales seguía fiel a los santos patronos de su pueblo natal. Ante esta diversidad que establecía un motivo de separación entre sus fieles, Dutto escribe en una carta enviada al Presidente de la Comisión pro Mar del Plata: "En el deseo de orientar un poco cristianamente al gremio de pescadores del Puerto, me he propuesto desde hace tiempo organizar, posiblemente una fiesta de carácter religioso o a lo menos que prospecte (sic) en un marco religioso, a saber: elegir un Santo Patrono de los Pescadores y festejarlo anualmente en un día a elegirse de acuerdo con los Pescadores con programa a determinarse...” 

Finalmente, ante la imposibilidad de ponerse de acuerdo con respecto a un Santo Patrón determinado, Dutto tuvo una idea inspiradora y eligió al Sagrado Corazón en la figura del Cristo Salvador, que forzosamente debían compartir todos, como cristianos que eran.  Así se instituyó el Día de los Pescadores, una verdadera fiesta de toda la comunidad que desde entonces fue un factor aglutinador de los pobladores del puerto que en ese día recordaban a sus muertos y asistían a la bendición de las aguas y los frutos del mar.

 

El temporal del 1924

El martes 1º de abril el tiempo se mostró amenazante, la marejada fue en aumento y el viento comenzó a soplar fuertemente, al día siguiente ya se presentía el temporal que alcanzaría su máxima potencia el jueves 3. Las grandes olas que llegaban hasta las bases de la Rambla Bristol dejaron a la vista sus cimientos. Las obras del muelle y la pileta Lavorante sufrieron serios daños “El muelle, virtualmente arrasado, había perdido la totalidad de sus vigas y soportes. La estructura total había cedido y con ella las instalaciones, el restaurante, el sector de bombas, las vías para las zorras que usaban los pescadores, depósitos, montajes de maquinarias y todo cuanto comprendían estas obras. Las propias zorras, arrebatadas por el viento, fueron engullidas por las aguas. Vanos resultaron los empeños de los pescadores por salvar las lanchas que estuvieran amarradas al muelle protector. Ni muelle, ni lanchas, ni montajes, ni edificio: todo una punzante y dolorosa ruina. Más de 24 lanchas fueron arrebatadas por el mar, entre ellas, la crónica de la época menciona la pérdida de: María della Scala, Delia de Rosa, Santa Marina, Nueva Gerorgina, Salvatora Santo, Maria Concetta, Lavorante Nº1 y Nº2, Comandante Rizzi, Cateriera, La Primavera, Isola de Stromboli, La Aurora del Marino, Lola, La Fuerza del destino, Velio, Nueva Rosita, La Buena Fe, Rosina de Rosa, etc. Resultaron afectados por estas pérdidas los dueños de las embarcaciones: Sebastián Grecco, José Vergara, Francisco Micalizzi, M. Chiaramonte, José Castorina, Alfio Grecco, J. Pappobor, José Pizzo, Salvador Belfio, T. Colonello, V. Lavorante, Pascual Cerrotta, Andrés Pizzolo, Libbi, Felipe Pando, Vicente Barnas, N. Besse, F. Frissone y otros”.(4)

Esto hizo desistir finalmente a los pescadores de continuar la pesca desde la playa Bristol y, aunque en el puerto también se había sentido el temporal, donde las lanchas 9 de Julio, de Francisco Mussumeci, Emma, de Nicolás Marahese, Etna, de Salvador Chiarenza y Mossa Luprezi de Salvador Copiello habían naufragado en sus amarras, las restantes habían resistido. Recuerdan los pobladores de la zona que la fuerte marejada movió bloques de la escollera Sur de más de 50 toneladas y la banquina había sido cubierta por las aguas.

Algunas entidades ayudaron a los damnificados a reconstruir sus lanchas. Una comisión de vecinos compuesta entre otros por Eduardo Peralta Ramos, Bautista Etchegoyen, José Ventafridda y Julio Gascón, facilitaron los medios para conseguir nuevas lanchas.

Pero la triste experiencia convenció a los últimos pescadores de abandonar la Bristol y finalmente todos comenzaron a operar desde la banquina. (*)

A partir de 1924, el puerto comenzó a elevar lentamente la condición social de los habitantes. La acción conjunta de Don Orione, las Damas Vicentinas y el Padre Dutto hizo posible la construcción de algunas viviendas más dignas. Con respecto a la acción de este grupo de damas, recuerda Josefina Dato: “Las Damas Vicentinas en Navidad repartían bolsas que tenían de todo, a los chicos de las escuelas les daban leche y factura de la panadería La Gorda, de 12 de Octubre y Bermejo”.El 9 de octubre de 1922 se procedió a la inauguración oficial del puerto, con la asistencia del presidente Alvear y el mismo año Juan Deyacobbi se hizo cargo de la fábrica de hielo “Frigorífico del Puerto”, instalada en un terreno cedido a tal efecto por la Nación y también nacen las primeras elaboradoras de pescado envasado; el 21 de enero de 1924 se resuelve crear el Asilo de Ancianos y el 23 de febrero de ese mismo año se produce la llegada del tranvía eléctrico hasta la banquina, lo que facilitó las comunicaciones con el resto de la ciudad, aunque aun perduraría por mucho tiempo una barrera (no tanto geográfica como social) que separaba a la ciudad de Mar del Plata del Pueblo de Pescadores y que corría a lo largo del Boulevard Mar del Plata, llamado desde del 25 de mayo de 1924 “Cincuentenario” y más tarde Avenida Juan B. Justo.

 

(*) Con respecto a éste temporal, algunos lo confunden con otro que en la revista “Todo es Historia” Nº 271 de enero de 1990 se cita como “en 1928 aproximadamente”, pero que en realidad tuvo lugar los días 25, 26 y 27 de mayo de 1929, causando grandes destrozos en la costa y hundiendo en el puerto a las lanchas General San martín, Presidente Quintana, La Reina del Piave, la Isola y la Gabriele D’Annunzio. En cuanto a las perdidas en la Bristol, lo fueron en 1924, ya que en el 29, salían desde el puerto.

 

 

 

Tercera parte:

El desarrollo del Pueblo de Pescadores (1928-1949)

La revista “Mundo Argentino” publicó una nota en 1928 en la que podía leerse en una referencia hecha sobre el Barrio de Pescadores:“zona espantosamente trágica donde se ve la miseria espeluznante de los pescadores y obreros del puerto, 2.500 almas que arrastran en sórdidos tugurios de zinc, una existencia sólo comparable a la de ciertas tribus del interior del Africa”. En realidad, la diferencia con el progreso que evidenciaba la ciudad de Mar del Plata, era realmente chocante, ¡qué hubiera dicho el cronista de haber venido algunos años antes! Porque a partir de ese año, una serie de circunstancias iban a impulsar un cambio en la colonia de pescadores.

El año 1928 marca una coyuntura en la evolución del puerto. Tres son las razones concurrentes: La apertura del templo de la Sagrada Familia y los modernos locales de la escuela que, inaugurados el año anterior comenzarían a funcionar a pleno; la inauguración de la Usina del Puerto que radicaría en esta zona un importante emprendimiento que abastecería además a toda la ciudad y la llegada y posterior radicación de Cleto Ciocchini, un artista de fama mundial que documentaría la imagen y la vida de los pescadores, haciéndola trascender más allá de los limitados ámbitos locales hasta ocupar un lugar destacado en la plástica nacional y con ello llamaría la atención hacia este núcleo poblacional hasta entonces ignorado. 

 

También se consolidan es este periodo las primeras asociaciones de pescadores. Hasta entonces habían habido muchos intentos, pero “el poco pescado que traíamos a tierra no se alcanzaba a vender; trenes especiales no había para transportarlo al mercado de Buenos Aires y los pescadores nos peleábamos todos los días; hacíamos una sociedad y al poco tiempo la deshacíamos nuevamente”

En efecto, desde los comienzos fueron muy numerosos los intentos de los pescadores por lograr una organización que los agrupara, desde los tiempos de la Bristol. Incluso, ante las limitaciones que les imponían su condición social, su falta de cultura y su limitación económica, algunos apelaron a llamar en su auxilio a vecinos destacados. Ya vimos como después del temporal de 1924, fueron ayudados por un grupo de ellos, entre éstos Peralta Ramos que fue elegido para presidir una de las primeras sociedades. Luego vendrían otras como la Cooperativa de Pescadores San Salvador, de la cual fue  principal promotor el Padre Wilkinson Dirube, capellán de la armada, que logró agruparlos para defender sus intereses ante la expoliación de los consignatarios que eran los que intermediaban entre ellos y los mercados porteños. Más adelante, en 1939 se fundaría la Corporación Pesquera de Ayuda Mutua en la cual se destacaría Francisco Mustico. El cuadro siguiente es particularmente ilustrativo al respecto.

 

Sociedades de pescadores desde 1907 al 1949

Pesca desde playa Bristol:

  • Sociedad de pescadores

  • Pescadores Unidos

  • Propietarios Pescadores Unidos

  • Sociedad de Pescadores Unidos Primitiva

 

Pesca desde el puerto:

  • Sociedad de Pescadores Unidos Cooperativa Gral. Pueyrredon

  • Sociedad de Propietarios de Lanchas

  • Mutual Cooperativa de Pescadores

  • Cooperativa de Pescadores de Ayuda Mutua

  • Sociedad de Marineros Pescadores

  • Sociedad de Patrones Pescadores

  • Cooperativa de Pescadores, 1949 (C.O.M.A.R.)

 

Pero para comprender la realidad de estos problemas, tenemos que detenernos a considerar los sistemas económicos en que los pescadores basaban su administración. Desde su llegada a Mar del Plata, la pesca había ido progresando sin perder su condición de empresa familiar. El propietario de la lancha empleaba a sus familiares para completar la tripulación y las ganancias eran repartidas según un elaborado sistema de “partes” mediante la cual y según su grado de participación cada uno recibía su ganancia. Este acto consistía en una verdadera ceremonia que se realizaba generalmente en la casa del “patrón” de la lancha. A ella iban llegando los tripulantes y todos se sentaban a la mesa. “Los que saben escribir, llevan anotado en sus libretas particulares, las entradas de todo el mes y, mientras otros recuentan el dinero, van haciendo cotejos para ver si hay alguna venta sin cobrar todavía. Cuando todo está completamente exacto, quitan los gastos de combustible, de carnada, de peones, etc. y lo que queda se lo reparten a tanto cada uno” (16). Todo finalizaba con una reunión en la cual se agasajaba con un vermouth con abundantes ingredientes a los presentes. Como la pesca implicaba la ausencia del hombre en la casa, ya que partía al amanecer y regresaba solo para descansar después de la dura tarea del día, eran las mujeres las verdaderas administradoras del hogar. Ellas se encargaban de guardar el dinero y hacer los pagos y las compras necesarias, sin olvidar en muchos casos de hacer una reserva y de mandar muchas veces a los parientes en su país natal , una suma que aliviara su pobreza. El Banco de Italia tenía una sección especial para esto denominada “Giro a Italia”.

También era misión de la mujer, preparar la ropa, atender las tareas del hogar y ocuparse la educación de los hijos que, solo en algunos casos concurrían a la escuela hasta tercero o cuarto grado, pero en otros, si las condiciones lo permitían, proseguían sus estudios hasta terminar la primaria y luego tenían que hacer el secundario en al centro – o en Mar del Plata - como solían decir.

También eran ellas quienes a veces conseguían algún dinero extra, ya sea lavando la ropa de los pescadores solteros o colaborando activamente en la salazón de anchoitas, que era la incipiente industria familiar.

Este sistema, prolongación del que sus antepasados habían adoptado en su Europa nativa, perduró mucho tiempo, hasta que comenzaron a parecer las primeras fábricas de conservas hacia el año 30.

La salazón de las anchoitas la iniciaron en Mar del Plata los inmigrantes italianos, los sicilianos principalmente, y secundaria-mente los de la región de Nápoles, quienes fueron durante años los más importantes y los más competentes salazoneros. Pisani, Gentile, Romeo, Belfiore y los Santagati; Spoto, Buono, Di Meglio, Carbone y Pellegrino; los Di Scala y los Sinagra; Rua, Speranza, Greco, Puglisi, Clara Bufi, etc . Estos saladeros constituían un compacto núcleo de sostenedores la pesca de anchoitas  y las salaban en los más diversos recipientes: piletas de mampostería fratachadas en cemento, pipones de roble donde venían las aceitunas que entonces se importaban de Italia, España y Grecia; cascos o barrilitos, etc. Spina, cuyo hijo José se destacó por la capacidad técnica reflejada en la calidad de sus productos, igualmente el hijo de Ernesto Luchessi, Oscar Hueso y Teodoro Carducci, que preparaba el filete de anchoitas en aceite envasado ya en frascos de vidrio.(14) Todo esto acontecía durante los años 20 y 30, antes de la década del 40 en que la industrialización y los envases de hojalata ya habían desplazado los métodos artesanales. En 1934 regresó Don Orione que notó el lento desarrollo de la colonia,  en abril de ese año el Boletín Municipal, informaba: “el puerto tiene 2000 habitantes alojados en viviendas en su mayoría de madera, que carecen totalmente de servicios sanitarios, situadas a veces en terrenos de propiedad particular, que arriendan a precios no siempre acordes con su situación económica” De resultas de lo cual se instalan dos surtidores públicos de agua potable,

Pero la evolución era lenta, en 1937 el Boletín Municipal especifica que “viven en casillas, en el puerto, 2536 personas entre las que hay 186 matrimonios, 50 pescadores solteros y 4 viudos. Solo un tercio de las familias son propietarias del terreno que sus viviendas ocupan”

No obstante, para ese año ya se habían producido algunos cambios fundamentales. Además de la habilitación de la usina, que ya citamos, se habían inaugurado las obras de  la Base de Submarinos, en 1928 y en 1933 con la llegada de los primeros, quedó oficialmente en funciones la Escuela de Submarinos. En 1936 se había creado la Delegación Municipal del Puerto, aunque solo comenzaría a funcionar en su edificio propio de Pescadores 456 trece años más tarde, y en 1937, la prefectura comienza a trasladar sus instalaciones que durante 30 años habían funcionado en la calle 11 de Setiembre, en el centro.

También en 1937 se fundaría la Asociación de Fomento del Barrio del Puerto, institución que propendería en los años siguientes a equiparlo de las necesidades urbanísticas fundamentales.

Con respecto a la salud, el 14 de febrero de 1930, Braulio Arenas había donado el terreno para la construcción de un edificio propio para la Sala de primeros Auxilios que hasta entonces funcionaba en un precario local cedido por la Cía. Constructora del Puerto. Un año antes, el 9 de febrero de 1929, se había colocado la piedra fundamental del edificio para el Asilo de Ancianos, que recién sería habilitado el 6 de mayo de l935.

La llegada al puerto del Ferrocarril Sud y la disposición de un Tren de Pescado que, cargando la pesca en la misma dársena, llegaba rápidamente a la capital en horas de la mañana, hizo que aumentara la demanda. Entre 1926 y 1932, salieron en él 13.463 toneladas promedio de pescado. Posteriormente, la inauguración de la Ruta 2 en 1938, hizo que los camiones entraran en competencia y con los años superaran al ferrocarril.

No obstante el adelanto que significó el tren y la aparición de las fábricas de conservas, la pesca seguía limitándose a la temporada de la “anchoíta” y a especies como el bonito, el langostino y algunas otras variedades, pero el mercado nacional no era un gran consumidor de pescado.

Sin embargo, todo cambiaría a partir de la Segunda Guerra Mundial.

 

La época de tiburón

A lo largo de todo el mar argentino se encuentran tiburones. En su mayoría no son de gran porte, el más conocido es el que se denomina habitualmente “cazón”, que en estado adulto mide aproximadamente 1,50 metros de largo y pesa alrededor de 15 Kg.

La pesca de estos animales se producía junto con otras especies y no era muy apreciado, aunque su cuero seco se procesaba como bacalao, pero no podía competir con las variedades importadas, especialmente de Noruega. No obstante, durante el año 1935 se declaró un total de 7450Kg y al año siguiente se llegó a 27.650.

Pero con el inicio de la guerra en Europa en 1939 y especialmente con la entrada en guerra de los EE.UU. en 1941, comenzó la demanda de hígados de tiburón para confeccionar aceites ricos en vitamina A que era incluida en la dieta de los soldados. Así se instalaron en nuestro país fábricas y laboratorios para procesar los hígados y obtener el aceite que era exportado principalmente a Norte América.

Cuando los pescadores advirtieron las posibles ganancias que se obtenían con la nueva industria, debieron equiparse para la misma. Hasta ese momento, los avíos de pesca que habían utilizado eran los que cada grupo de inmigrantes había conocido en su sitio natal y que se fue adecuando a nuestro mar. Así los del Adriático trajeron las redes de rastreo, los del Jónico las nasas y los del Tirreno la 'lampara'. Con el tiempo se fueron adaptando cada vez más a la pesca local y se le incorporaron variantes, así como nuevos materiales para su confección. Al hilado de algodón siguió el de nylon y a los flotadores de corcho los de vidrio y más tarde los plásticos. Pero para la pesca del tiburón se necesitaba otra cosa. Eran necesarios anzuelos que se encarnaban con merluza o magrú en largos espineles que se llevaban a bordo en unos canastos especiales. Este sistema fue conocido como “palangres”, palabra derivada del término latino ‘poli angros’ (muchos anzuelos). Cuando la pesca se fue incrementando, se cambiaron los espineles por redes, llamadas de “enmalle” que no necesitaban carnada, pero si una mayor inversión y una adaptación en las embarcaciones.

Con respecto a éstas, también debieron modificarse, ya que la pesca, aun con espineles, precisaba más tiempo de navegación y mayor permanencia en los lugares de pesca. La antigua costumbre de los pescadores era salir de madrugada y volver en el día, al caer la tarde. Ahora debían ir más lejos y pasar a veces varios días en el mar, por lo tanto se precisaron embarcaciones de mayor porte, las lanchas abiertas no ofrecían comodidades para pasar las noches en ellas y tampoco tenían la posibilidad de retornar a un puerto cercano en casos de tormenta. Por eso podemos afirmar que la pesca del tiburón trajo varias consecuencias.

En lo técnico, la necesidad de barcos mayores y mejor equipados, incluso varios yates de paseo se transformaron en improvisados pesqueros y también se construyeron otros, los llamados “barquitos” que eran lanchas de media altura equipadas con cabina y motores a gasoil muy potentes. También, como vimos, nuevos avíos de pesca y mejoras en las redes y sistemas de recuperación de las mismas.

En lo económico, fue quizá la época más lucrativa, tanto para los pescadores como para los procesadores y exportadores. Tanto que muchos hombres que nunca habían salido al mar, se enrolaron en las huestes de quienes “iban al tiburón” en busca de fortuna. El precio de los hígados se elevó de 1$ a 8$ y a veces más, en especial durante los años 40. En 1944, la pesca alcanzó la cantidad de 782.200kg. o sea diez veces más que en 1935.

En lo social, la afluencia de nuevos pescadores, o gente dedicada a esta actividad, aumentó la población portuense. El floreciente comercio hizo que muchos pudieran cambiar sus viejas casillas por casas de material y también aparecieron nuevos comercios o sucursales de casas del centro, para abastecer a la próspera colonia pesquera.

Pero así como fue la época más fructífera para el pescador, también fue la que más vidas costó ya que al alejarse más del puerto y no siempre con los medios más idóneos, debieron afrontar peligros mayores, como el que los sorprendió aquel luctuoso 29 de agosto de 1946 que costó el naufragio de cinco embarcaciones y la pérdida de más de treinta vidas.  Terminada la guerra, el consumo de aceite fue decreciendo, pero el final vendría cuando los laboratorios Roche lograron sintetizar la vitamina A y producirla químicamente. Pero la experiencia había sido válida y a partir de la misma el pueblo del puerto cambiaría. También lo harían los pescadores, sus organizaciones, su forma de vida, las nuevas fábricas de conservas, los hábitos de consumo y su relación con el resto de la ciudad. El 21 de octubre de 1948, la Municipalidad de Gral. Pueyrredón redacta una ordenanza decretando la incorporación del Pueblo Peralta Ramos a la ciudad de Mar del Plata.

Un año más tarde se hace efectiva la ordenanza sin embargo, hasta hoy, la avenida J.B. Justo sigue marcando una frontera.

 

 

 

 

Zona comercial del Puerto donde está ubicado el museo

 

 

 

 

Conclusiones

El Barrio del Puerto, que naciera a partir de la construcción de las escolleras, con el asentamiento de las familias de los trabajadores de la empresa constructora, picapedreros que explotaban sus canteras y los primeros comerciantes minoristas que lo abastecían, fue engrosándose rápidamente en las primeras décadas del siglo pasado con el aporte de los pescadores y sus familias, muchas de ellas venidas del extranjero, particularmente del Sur de Italia, hasta crear una nutrida comunidad con caracteres propios.

Durante muchos años fue creciendo en forma desordenada y circunstancial al vaivén de los hechos políticos y económicos que condicionaban su evolución. La industria de la pesca fue, sin duda, el principal motor de su progreso pero también, dada su particular condición de microcultura inserta en la ciudad, lo hizo de espaldas al resto de Mar del Plata que solo veía en ella la sede de la industria pesquera y una comunidad pintoresca cuyas actividades en la banquina eran un atractivo más para el turismo.

 

Cleto Ciocchini en la banquina, abocetando la figura de Pascual Patania.

 

Un típico caso de inmigración italiana, desde Sicilia a Puerto Mar del Plata,

con todos los sueños realizados: la barca propia, abundante pesca, la casa propia y una gran familia.

 

 

 

 

A pesar de que poseía muchas instituciones sociales, religiosas y deportivas, la atomización entre las diferentes colectividades (provenientes de distintos lugares de Europa) hizo que retardara en alcanzar una identidad propia y fuera vulnerable a las modificaciones que el progreso iba introduciendo en ella.

Pero aun así, es una de las pocas microculturas europeas aun vigentes en el país, dado que conserva gran parte de su acerbo cultural, su lenguaje, su tradición, hábitos, culto, prácticas sociales y productivas.  Su folklore se ha constituido en recurso turístico. Esta comunidad ha servido a la formación de una conciencia marítima y ha sido la base del desarrollo pesquero nacional. Tiene una fuerte y arraigada fe religiosa afianzada por los padres de la Iglesia de la Sagrada Familia, cuya labor ha trascendido más allá de los límites de la propia parroquia. Por esas razones el Barrio del Puerto y la colonia pesquera han sido motivo de estudio de distintos grupos de investigación  en el campo de la antropología, la sociología, la psicología social, la economía, el planeamiento, la historia, etc. El desarrollo urbano ha ido arrasando los elementos del pasado, las tabernas y negocios típicos anexos a la banquina, las viejas construcciones de chapa y madera y otros sitios y edificios que fueron característicos del barrio, de los que hoy quedan solamente testimonios fotográficos, literarios o relatos orales.

Este trabajo ha pretendido ser un aporte más para despertar el interés y promover el estudio y la conservación de lo que aún resta de ese importante patrimonio histórico.

 

Héctor Becerini

Natalio Marengo

Puerto Mar del Plata, setiembre de 2002.

 

 

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES DE INFORMACIÓN

Roberto O. Cova “Historia de la ciudad que nos construyeron” Revista “Planteo” 1974

Natalio Marengo “Antecedentes de la construcción del Puerto de Mar del Plata” Revista “Comunicaciones” 1994

Juan José Sebreli “Mar del Plata, el ocio represivo” Ed. Tiempo Contemporáneo SRL 1970

Roberto O. Del valle “Rufino Inda y su momento histórico” Im. Atlántida 2001

José Barili “Italianos en Mar del Plata” Instituto Geográfico Italiano 1983

Fernando Lahille “Los Pescadores y la Municipalidad de Mar del Plata 1902

Natalio Marengo “Desde la Bohardilla” Ed. Del Plata 1990

Revista “Todo es Historia” Nº 271 de enero de 1990.

“50 aniversario Parroquia Sagrada Familia” Editado por la Obra Don Orione en 1989.

“La Provincia de Buenos Aires” Sociedad de Publicidad Sudamerican Monte Domeq & Cia. Ltda. 1924.

“Las Obras del Puerto” Societé Nationale de Travaux Publics de Talleres S.A. Jacobo Peuser Ltda. 1923

Roberto Cova “Historia de la Arquitectura de Mar del Plata” Revista de la Asociación de Arquitectos de Mar del Plata. Año 1, Nº 4 y siguientes.

“Mar del Plata, una historia urbana” Fundación Banco Boston 1991.

“50 Años de Aprovechamiento de los Recursos Pesqueros” Pedro Juan Molinos. Artes Gráficas Candil SRL. 1992

“Mar del Plata, una historia Urbana” (Censos Nacionales y Provinciales)

Jorge A. Di Iorio “Desde la Barca Mía, memorias de un pescador” Editorial López 1951.

Guía comercial del Ferrocarril Sud.1933.

 

DIARIOS:            

  • La capital (Mar del Plata)

  • El Trabajo (Mar del Plata)

  • El Puerto (Mar del Plata)

  • Ecos del Puerto (Mar del Plata)

  • La Nación (Buenos Aires)

 

Entrevistas orales a pobladores del puerto, realizadas por el Museo del Hombre del Puerto Cleto Ciocchini.

Héctor Becerini, pintor, narrador, curador.

Pasqualino Marchese: edición, presentación, fotografía, cocina.

 

 

 

Los platos del Museo

Es sabido que para mantener de pie y funcionando un museo, hay que tener recursos que generalmente aportan algunas secretarías de cultura o empresas. Pero todo termina en una falencia. Solamente el abnegado sacrificio de hombres desinteresados, amantes de lo suyo, pueden continuar con el sostenimientos de obras de ese tipo. Es el caso de mi amigo Héctor Becerini, director del Museo, que entre tantos aportes personales, reúne a cada tanto unos cuantos amigos a una buena comida para juntar fondos.

A él quiero dedicar dos recetas para que no se complique tanto la vida a la hora de cocinar.

 

Calamares con su tinte

Ingredientes: 10 kilos de calamares, medio litro de aceite de girasol, 3 kilos de cebollas, tres cuartos de zanahorias pelada y trozadas, sal, ají molido, 1 latita de 180 gramos de extracto doble de tomate, 4 cucharadas de perejil picado.

Preparación: limpiar los calamares, separar la cabezas con los tentáculos y cortar en dos o cuatro tiras a lo lago los tubos. Poner a escurrir en un colar por una hora. En una cacerola bien grande poner el aceite y las cebollas cortada a rehogar, luego incorporar los calamares trozados y las zanahorias trozadas. Aumentar el fuego al máximo, condimentar de sal, ají molido a gusto, y agregar el extracto de tomate. Una vez tomado hervor parejo, cocinar a fuego lento, preferiblemente con tapa, hasta que los calamares estén tiernos, pero algo al 'dente'. Incorporar el perejil picado y seguir dos minutos más sobre fuego. A cocción ultimada deben quedar con algo de jugo y el color de las piezas de un bordó suave y brillante, y casi untuoso. Acompañar con pan.

 

Espaguetis con camarones

Ingredientes: 10 kilos de camarones frescos, 5 cabezas de ajo, medio litro de aceite de oliva (o girasol), ají molido, 150 gramos de alcaparras saladas, perejil picado. Seis kilos de espaguetis, sal.

Preparación: Limpie los camarones eliminando las cabeza y el cascaron, dejando la colita en la tercera parte de ellos. Dejar secar en un colador. Empiece a hervir los espaguetis en abundante agua con sal dejándolos bien al dente. Mientras tanto en una cacerola grande dorar apenas los dientes de ajo cortados en rodajitas. Agregar los camarones pelados y remover a fuego fuerte para que tomen color, siga inmediatamente condimentando con sal, ají molido a gusto, perejil picado abundante y las alcaparras desaladas. Agregue la pasta colada pero que contenga todavía agua de cocción y mezcle bien para que el conjunto tome sabor. Sirva al instante. No lleva queso.

  

Ancla tipo almirantazgo recuperada del fondo de la costa marplatense.

El pesada ancla de unos 400 kilos de peso recuperada del fondo del mar de la costa marplatense, por el barco pesquero argentino Insolito en el año ….. es del tipo almirantazgo probablemente del periodo 1800 al 1850 por sus características, pues es de cepo fijo de madera dura. Se empleaba como ancla de leva o de respeto en grande buque a vela de carga o pasajeros de la época con eslora entre 200 a 300 pies, o sea de 60 a 90 metros. Se evidencia que no se trata de un barco hundido, simplemente de un barco que perdió su ancla por rotura de la cadena, pues el trozo de cadena que posee es original del ancla. También llama la atención el buen estado general en que se encuentra especialmente una parte del brazo y uña, el gran grillete de arganeo con que se conecta al grillete de la cadena, la misma hecha de eslabones con contretes, cosa que puede llevar a pensar que la cadena fue un remplazo a un cabo original de cáñamo. Así que podríamos suponer que el barco que perdió su ancla podría ser de hasta el 1900. Y que podría tratarse de un barco de origen inglesa o norteamericana. Un análisis con carbono 14 efectuada sobre la celulosa de la madera del cepo podría aportar una fecha más exacta.

 

 

 

Este tesoro marítimo ha despertado un especial interés fotográfico entre los visitantes que se acercan al Museo, y una invitación directa a visitarlo.

 

TEATRO EN EL MUSEO DEL HOMBRE DEL PUERTO

Sala "Vittorio De Sica"

 

Sitio del Museo:  http://www.wix.com/pasqualinonet/hombrepuerto#!

 

 

Pasee por los Sitios de La Cocina de Pasqualino Marchese

 

Principal ] Arriba ]

Enviar correo a  Contacto  con preguntas o comentarios citando lugar de residencia.
Todos los derechos reservados  La Cocina de Pasqualino Marchese

Última modificación: 31 de marzo de 2024